miércoles, 21 de diciembre de 2016

La restauración del cadáver de Dalí

Intervenir el patrimonio edificado es por un lado, acercarse a una disciplina en constante evolución y por el otro, a ser capaces de entender la propia condición evolutiva de nuestro contexto contemporáneo, de manera que nos permita posicionarnos bajo una postura objetiva, alejados de todo término sentimental, propio de la tradición histórica y los códigos heredados. Sin embargo, como es conocido, la disciplina todavía no goza de una sólida base teórica que pueda abarcar toda la serie de conceptos, operaciones y necesidades que sugiere nuestro complejo y cada vez más cambiante contexto actual. Ante este escenario, surgen lecciones de otros campos de la ciencia que aportan en entender el verdadero sentido de lo que significa intervenir los objetos históricos y cuál es su verdadera relevancia en nuestra sociedad. 


   El cadáver del pintor Salvador Dalí.
Fuente: Interviú

Una lección inesperada

En su texto "La Restauración Objetiva" (1998), el arquitecto Antoní González concluye el capítulo referido a la "Intervención Mínima" -concerniente a la disciplina restaurativa- haciendo una analogía exquisita de lo que se debería significar la intervención de los objetos patrimoniales en la actualidad. Sorprendentemente, la referencia de la intervención que le permitió extraer conclusiones de la auténtica dimensión de la restauración que sugiere González, no responde a la arquitectura. Se trató de un cirujano, el doctor Narcís Bardalet, quien la trató de "auténtica restauración" al describirla ante los medios: La restauración del cádaver del pintor Salvador de Dalí, fallecido pocos días antes, el 23 de enero de 1989, en su ciudad natal de Figueres, en el Ampurdán catalán.
A continuación la transcripción de lo extraído del texto de González: 

<<El cirujano, al explicar ante la televisión aquella obra suya, no entró en detalles sobre las técnicas empleadas, pero expuso con claridad los criterios: "Por causa de la enfermedad", dijo, "Dalí llegó a tener un aspecto lamentable, a convertirse en una ruina. Como teníamos que exponerlo en la capilla ardiente, ante el público y las cámaras de la televisión, pensé que había de devolverle una imagen adecuada. Evidentemente no podía retornarle a su juventud, con sus bigotes erguidos y su sonrisa de sorna; no por motivos técnicos (recuerdo que el doctor Bardalet dijo que sí hubiera podido hacerlo), sino por motivos de credibilidad. Nadie hubiera aceptado aquella imagen del genio; así que le devolví la imagen que tenía antes de la enfermedad, la que la gente podía recordar con ternura... la imagen de un Dalí mayor pero no viejo, o viejo, pero no destruido."
De acuerdo con esos criterios, el pintor fue maquillado y su bigote engominado. Se colocó su mano derecha sobre el pecho, con el dedo índice estirado —como tenía por costumbre cuando dormía, según el testimonio de las enfermeras— y la cabeza hacia atrás, con una actitud altiva («la que se merecía», dijo el doctor). En el interior de su cuerpo se dejó el marcapasos como testimonio de la ciencia y la tecnología del momento. 

Viejo, pero no destruído. Con la huella del tiempo, pero no con la de la enfermedad, ni con la de la destrucción, ni con la del abandono. Con las adiciones mínimas indispensables, sin dramatizar las lagunas y con todo su valor documental. ¿No es así como han de quedar la mayor parte de nuestros monumentos después de nuestra "intervención mínima" en ellos?>>

Una valiosa e inesperada reflexión de Gonzáles, para todos aquellos "especialistas", "usuarios privilegiados" o entusiastas que todavía continúan realizándose la pertinente pregunta de ¿Cómo restaurar

 
Fuente:
GONZALES, Antoní (1998) “La restauración objetiva” Diputación de Barcelona, Àrea de Cooperación Servei del Patrimonio Arquitectònico Local. Memoria SPAL 1993-1998.