jueves, 14 de noviembre de 2013

El rol del Centro Histórico


Aunque el término "Centro Histórico" ha ido evolucionando en las últimas décadas y se ha teorizado profundamente sobre el tema, lo cierto es que la gran problemática y el debate, sigue latente: el Centro Histórico frente al Centro Urbano. Se entiende que el inevitable proceso de la ciudad y su propiedad de crecimiento y expansión ha contribuido al abandono del Centro Histórico y al perder la centralidad característica de este último frente a estos nuevos espacios exitosos, va dejando de ser centro y pasa a ser sólo un espacio histórico, mientras la centralidad de la ciudad se va asentando en la nueve sede de la ciudad: el Centro Urbano. Este inevitable proceso, agrega una singularidad a la experiencia de los Centro Históricos en América Latina, y es que van quedando en la ciudad como restos de un pasado que se rehúsa a morir. 

Estos museos fantasmas al perder su centralidad, quedan relegados a servir de espacio administrativo y religioso de carácter simbólico, perdiendo competitividad en el comercio y tugurizándose sus antiguos edificios. Estas contradicciones del espacio, entre pobreza económica y riqueza histórico-cultural de la centralidad, acrecientan el interés por el estudio de los Centros Históricos en esta parte del mundo. También los procesos de preservación y desarrollo, la revolución científica y tecnológica en el campo de las comunicaciones y el proceso de globalización, enmarcan el nuevo horizonte que conduce a los Centros Históricos al dilema actual: ¿ser memoria o protagonista de la ciudad?

Ya Fernando Carrión ha señalado la importancia de los Centros Históricos respecto a su “…posibilidad de preservar y potenciar la memoria para generar sentidos de identidad por función y pertenencia, y de convertirse en plataforma de innovación del conjunto de la ciudad”.1  Estos sentidos de identidad, constituyen parte importante de nuestra formación como integrantes de una colectividad. Sin embargo, más allá de la importancia de reafirmar estos sentidos de identidad, Carrión identifica en el Centro Histórico un rol indispensable para el desarrollo de la ciudad y resalta la responsabilidad de plataforma de innovación para con el resto de la ciudad, teniendo características de estancamiento. Señala además, que en el  contexto histórico actual, “…los  centros  históricos  se convierten  en los  lugares  privilegiados  de producción de memoria, (…) en  ese  sentido  el centro histórico se convierte  en  un  símbolo  más de  la  resistencia  identitaria  local  y, además,  en una  plataforma  de  innovación de  la ciudad toda,  dado que  es  el  espacio  público estructurante  que  más  cambia en  la ciudad y, por  esa razón,  el que  más  tiempo  acumula  (valor de  historia).”2 De esa forma se entiende que el trabajo en el Centro Histórico debe partir del objetivo de convertirlo en la principal fuente de atracción, bajo sentidos de especialización e innovación en la era de la globalización. 

En épocas anteriores y no muy lejanas, en la gestión del Centro Histórico ha apremiado el interés por reducir o remendar ciertos problemas puntuales como temas específicos de vulnerabilidad, vialidad o manejo de nuevas demandas. Esta visión focalizada ha generado el desarrollo de proyectos urbanos aislados, orientados a resolver problemas en situaciones de emergencia y probablemente, esta conducta es la que ha dejado sumido el verdadero rol del Centro Histórico en la más completa ignorancia.

Es bajo una perspectiva de innovación que surge la necesidad de trabajar la intervención en el Centro Histórico como un Gran Proyecto Urbano (GPU) 3, el cual lejos de fomentar propuestas exclusivas y aisladas, trabaja el tema de Centros Históricos desde la integración de ejes, entendiéndose que la crisis urbana se solventará si se trabaja desde los centros históricos, porque el actuar sobre ellos requiere pensar en el concepto, esencia y desarrollo global de la ciudad. Además, la intervención adquiere un compromiso atemporal en la construcción de una afirmación de la memoria de un grupo humano, por lo tanto es vital entender que inevitablemente el intervenir el objeto alterará no solo la imagen urbana de la ciudad -para bien o para mal- sino tan importante como eso, el estado de conservación de una parte de la historia de un grupo de individuos en un tiempo subjetivo. De allí que se requiera de un organismo público que institucionalice este carácter cívico –representativo-, que impulse su condición de GPU –legitimidad- y que rinda cuentas de sus actos –transparencia-; y así como “…no hay ciudades sin ciudadanía, no existe ciudadanía sin Estado; por tanto, en cualquier propuesta sobre el centro histórico tiene que estar presente esta tríada indisoluble: ciudadanía, ciudad y Estado”.4

Por lo tanto, la buena gestión del poder del Estado en los proyectos de intervención es un punto clave en las fallas o aciertos del GPU, porque entendemos que el  Estado es el único capaz de concebir propuestas de regeneración urbana en los centros históricos, entre otras cosas, porque es el único miembro que tiene la capacidad administrativa de hacerlo.  En este sentido, uno de los principales problemas en las gestiones que dirigen proyectos urbanos en los Centros Históricos es la escasez de preparación o de compromiso efectivo para con la ciudad. Sin caer en clichés innecesarios, podemos resaltar que la buena gestión de una ciudad determinará su desarrollo o estancamiento y caída, y para esto la ciudad depende únicamente de las personas dotadas de poder para la toma de decisiones.

Dentro de los proyectos gestionados para Centros Históricos, muchas veces se considera que por tener características similares entre países o incluso entre ciudades, las soluciones pueden ser las mismas, tratando de unificar un solo camino de actuación. Los Centros Históricos de América Latina, si bien por lo general han sufrido un proceso bastante similar en su dinámica de cambios formales, dado que “…las propuestas teóricas de la arquitectura y el urbanismo irradiaban desde un mismo origen la realidad socio histórica resultante…”,5 la realidad es que existen singularidades a diversas escalas que son las que componen la riqueza y multiculturalidad del continente. Por lo tanto, sus actores sociales son sensiblemente diferentes, es por ello que resulta difícil -sino imposible-, generalizar estas propuestas.

Por lo tanto, el Centro Histórico es más que un lugar de memorias estancadas. Además de la importancia de su conservación para mantener vigente la identidad de una nación y su afirmación como colectividad, el rol que cumple el Centro Histórico en la era de la globalización es fundamental para garantizar el desarrollo o estancamiento de una ciudad. Entendemos además, que del resultado de la simbiosis entre ciudadanía y estado depende el éxito del Centro Histórico para convertirse en plataforma de innovación para con el resto de la ciudad. Por  eso es  importante tener  un sujeto  social con  voluntad consciente y es fundamental la  construcción de  un  gobierno único  de carácter  público  -transparente,  legítimo  y  representativo-  que  sea capaz  de enfrentar  este reto.  Por ese  motivo -y citando una vez más a Fernando Carrión-, más que una realidad, el Centro Histórico puede ser considerado un proyecto y objeto de deseo.6

     Foto 1: Centro Histórico de La Habana Vieja, Cuba.


  Foto 2: Centro Histórico de Curitiba, Brasil.

      Foto 3: Centro Histórico de Quito, Ecuador.

Citas:
1. CARRIÓN, Fernando (2005). "Centro Histórico como proyecto y objeto de deseo". EURE (Santiago) [online], vol. 31, n. 93, pp. 89-100.
2. Idem. pp 89-100.
3. Idem. pp 89-100.
4. Idem. pp 89-100.
5. CARABALLO, Ciro (2000). "Centros Históricos y turismo en Latinoamérica: Una polémica de fin de siglo". FLACSO, Ecuador. "Desarrollo cultura y gestión en Centros Históricos". pp. 105-120.
6. CARRIÓN, Fernando (2005). "Centro Histórico como proyecto y objeto de deseo". EURE (Santiago) [online], vol. 31, n. 93, pp. 89-100.

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