“¿Qué distingue a unas ciudades de otras?, ¿Qué hace que
unas sean mortecinas y otras alegres? ¿Qué hace que unas sean salvajes y efervescentes
mientras que otras son sobrias y sofisticadas? La edad, la geografía y la
historia, (…) la relación con el interior del país, la variación demográfica, y
también otros factores misteriosos e inexplicables” 1 A través de los años, la concepción de la valoración
del patrimonio ha evolucionado hasta poder afirmar que hoy en día, la sociedad
ha comenzado a comprender el valor social de los bienes culturales –en todas
sus representaciones- como parte importante en la construcción y el fortalecimiento
de la identidad de una comunidad.
Sin embargo, y como
lo señala la arquitecta Silvia Fajre en su artículo sobre Patrimonio Cultural e
Identidad Urbana del gobierno de Buenos Aires; existe una faceta
poco profundizada: el valor económico y el potencial de los bienes de
valor patrimonial como dinamizador de recursos, generador de empleo y como
desarrollo económico. Bajo
una perspectiva de utilizar el patrimonio como clave importante para preservar
la identidad frente a la globalización -ya que este constituye un capital
generado por el conjunto de la sociedad-, es vital no solo su protección sino
también su incorporación en la totalidad de los aspectos referentes al
desarrollo social y económico de una sociedad.
Por lo tanto,
estamos hablando de una gestión de la identidad a través de la capacidad de potenciar
los valores del patrimonio, en sus distintas escalas y de manera sustentable,
ya que como cualquier recurso, su degradación o pérdida implica un alto
riesgo social y económico. “La conservación,
preservación, y sustentabilidad de la
oferta patrimonial, incrementa el capital social manteniendo la identidad y la
memoria colectiva a nivel
local, optimizando las relaciones internas del tejido social al mismo tiempo que es generador de ocupación laboral y riqueza”. 2 Es difícil pensar que un factor tan clave
para el desarrollo de la ciudad, no haya estado presente en las agendas políticas durante los últimos años.
Lo cierto, es que tal retraso ha significado una política errada y una gran
dispersión de esfuerzos, evidenciados en el resultado de programas aislados y
difícilmente continuados por las diferentes gestiones, precisamente por la
confusión de los aspectos puntuales.
Un desafío del planeamiento urbano es
promover acciones orientadas a la gestión del carácter cultural de las
ciudades, estableciendo los procesos de transformación de sus diversas estructuras
espaciales y sociales; especialmente si se tratan de transformaciones precipitadas
como las impulsadas por los cambios radicales de la economía o la política. En
este contexto, se hace necesario el desarrollo de ámbitos de gestión, capaces de
procesar esta dinámica de cambios y de contar con instancias autónomas y
competentes, como el único camino para lograr la sostenibilidad del patrimonio
urbano.
De la experiencia
internacional se obtiene que especialmente en las últimas dos décadas, una gran
cantidad de nuevos instrumentos de gestión se han utilizado para multiplicar
las formas de viabilizar la recuperación urbana, especialmente en lo referente
a la captación de recursos privados y a la creación de mecanismos de
compensación o estímulo a los propietarios de inmuebles declarados de interés
patrimonial. 3 Además, otro factor
que nos hace comprender la necesidad de unificar todas las variables necesarias
para lograr la vitalidad, es el concepto del valor patrimonial de áreas protegidas y no sólo de edificios de valor. Por lo tanto, el conjunto de los componentes del binomio vitalidad/soporte
es el que debe
ser considerado por la actividad
pública de manera que las políticas
destinadas a la conservación y revitalización
de áreas históricas, se realicen en
forma conjunta con la actividad privada. Para ello es que desde el gobierno existe la
necesidad de una política de gestión compartida con numerosas instituciones y
organizaciones, así como con el ciudadano y sus actividades productivas.
En ese sentido, el recurso de la identidad es un factor
que incide en todos los niveles de la dinámica
social y económica de una sociedad y la importancia de su gestión habla de una planificación
sostenida en el tiempo. Un recurso
patrimonial acompañado de una gestión cultural interactiva, se presenta al
mercado como oferta cultural mediante un camino de promoción y comercialización 4; y como la gestión de la identidad implica
trabajar para lograr -o reforzar- una identificación profunda de los ciudadanos
con su ciudad, con sus organizaciones y con los productos y servicios de la
misma, también forma parte de todo sistema de definición del posicionamiento de
la ciudad y de la gestión de su promoción exterior.
© Liz Sheppard
Citas:
1. Gunther, J (1974).
2. Fajre, Silvia. "Patrimonio cultural e identidad urbana -una gestión compartida para el desarrollo económico"-. pp 1-5.
3. PUC, Chile, (2009). Seminario "Gestión del Patrimonio Urbano" p. 6: de los criterios de evaluación del patrimonio y la experiencia internacional. |
4. Fajre, Silvia. "Patrimonio cultural e identidad urbana -una gestión compartida para el desarrollo económico"-. pp 1-5.
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