La
arqueología es considerada una ciencia cuyo campo de acción es el conocimiento
de la historia a través del estudio de los restos y testimonios materiales. El término de arqueología
de la arquitectura data de hace ya más de diez años en Italia (Mannoni, 1990,
p.28), y nació “con el fin de agrupar toda una serie de experiencias e
investigaciones realizadas en los dos decenios anteriores como resultado de la
aplicación de los instrumentos, conceptos y problemáticas de la disciplina arqueológica
al estudio de la arquitectura”. (Quirós, 2002, p. 27).
En ese
sentido, la arqueología de la arquitectura no es más que el entender
históricamente un bien inmueble y el bagaje cultural que lo generó, con el
análisis e interpretación de la evolución de los elementos que forman parte de los
mismos. Se realiza esta interpretación con la finalidad de conocer la historia
cronológica del edificio, así como de las tecnologías que se utilizaron en la
construcción de este y su entorno.
Quirós
(2002), plantea algunos criterios básicos para comprender y diferenciar la
definición de arqueología de la arquitectura de la ciencia arqueológica:
1. La arqueología de la arquitectura
es una disciplina arqueológica, y por lo tanto (…), persigue el conocimiento de
la sociedad a través de los documentos materiales, en este caso
arquitectónicos. No la concebimos, pues, sólo como un instrumento para conocer
la historia del edificio.
2. El compromiso con el estudio y la gestión del patrimonio edificado.
Desde este punto de vista la concebimos, no sólo como investigación básica,
sino también aplicada. Es preciso tener en cuenta el carácter bidimensional del
patrimonio edificado, en cuanto siendo documento de las sociedades pasadas, es también recurso
para las sociedades actuales. Este es un criterio básico que diferencia la arqueología
de la arquitectura de otros estudios arquitectónicos realizados por
arqueólogos.
3. El tercer criterio de referencia es
el empleo de un bagaje instrumental de naturaleza estrictamente arqueológica. (…)
Además de la estratigrafía se han desarrollado una serie de instrumentos arqueológicos
que permiten fechar y analizar con rigor el documento arquitectónico.
4. La arqueología de la arquitectura
pretende situarse en una incómoda posición disciplinar intermedia que supere
los límites tradicionales entre la arqueología, la arqueometría, la restauración y la
arquitectura. En tradiciones consolidadas, como la italiana, es posible observar
cómo se ha llegado a la socialización del instrumental e incluso de las
perspectivas de trabajo e investigación, aunque este diálogo disciplinar no
está exento de problemas.
5. Por último, se propugna el
desarrollo de modelos interpretativos que, desde posiciones antropológicas, funcionalistas
o materialistas, se contrapongan a los presupuestos idealistas y positivistas
profundamente arraigados en la historiografía de la arquitectura.
Un
acercamiento a la finalidad de la lectura estratigráfica en la intervención del
patrimonio edificado (complementada con otros análisis que deben formar parte
de los estudios previos a cualquier intervención), es que “permite
«deconstruir» las reconstrucciones anteriores y establecer las etapas o tiempos
de vida del monumento, lo que puede resultar muy útil para descubrir el origen
de algunas patologías y, tras el análisis de los materiales que componen los
paramentos, favorecer la elección de los materiales más apropiados para su
restauración.” (Serrano, 2012, p. 144).
De acuerdo
a Almagro (2004) y Caballero (1995), la metodología vigente y de actual uso se
basa en los principios establecidos por el arqueólogo británico Edward C.
Harris y que, para el campo de la arquitectura se ha desarrollado directamente
del denominado "método Harris" con
el que se
aplica ésta a
la excavación arqueológica. (Harris, 1992).
El método básicamente
se trata de descomponer el edificio en partes de periodos históricos y
constructivamente parecidos. Una vez obtenidas las partes iguales de la
fábrica, se realiza una especie de inventario de cada elemento mediante fichas
con un código numérico que identificara a cada uno y se empezarán a buscar
relaciones con los elementos contiguos y distantes con los que se asemejen. “Con este método se diferencian, ordenan y
datan las fases por las que han pasado los
edificios hasta llegar a su estado actual, analizando todos los
elementos que los componen y que se les fueron añadiendo históricamente y
analizando las distintas actividades y procesos destructivos y constructivos
que sufrió. Se trata, por lo tanto, de un método cuya finalidad es básicamente
histórica, concretamente la historia de la arquitectura, que contribuye
decisivamente a orientar la práctica de la arquitectura restauradora.” (Caballero,
1995, p. 37).
División del trabajo:
1) Como primer acercamiento, es
indispensable diferenciar las partes del edificio que contengan los datos
históricos que obtengamos a través de los instrumentos de análisis y
documentación gráfica (levantamiento arquitectónico y otros).
Blanco (1998), define brevemente
cuáles son las unidades estratigráficas que conforman una construcción
histórica:
a) El elemento estratigráfico: Es la
unidad menor con individualidad y homogeneidad estratigráfica, pueden poseer
materialidad y volumen o bien sólo superficie, siendo las interfaces que
delimitan estos elementos, ambos pueden ser verticales y horizontales.
b) La actividad o estructura: Es el
conjunto de elementos y sus interfaces
con una misma función y pertenecientes a un mismo período cronológico.
c) El edificio: Es la unidad final
llegada a nosotros, compuesto por varias actividades.
Todas estas unidades constructivas,
están sometidas a unas relaciones
estratigráficas (físicas y temporales), que debemos identificar, ya que
definirán y ordenarán la secuencia estratigráfica del edificio.
Imagen 1: Identificación de las unidades estratigráficas de la Iglesia
de San Fiz de Solovio. Fuente: Blanco (1998).
2) A continuación, el edificio se dividirá
en sectores de trabajo que faciliten el trabajo, división que será arbitraria y
auxiliar aunque es conveniente que abarque las tres dimensiones (arriba y
abajo, a uno y a otro lado y por fuera y dentro) del edificio dividido. Cada sector
deberá tener su propia documentación y referencias analíticas, que
posteriormente se integrarán a la síntesis final, por lo tanto, los sectores no
deben confundirse con partes estratigráficas o secuenciales del edificio. (Caballero,
1995).
3) Posteriormente se comenzará a
realizar el verdadero análisis mediante la diferenciación de elementos e
interfaces, aplicando criterios estratigráficos y no solo constructivos,
observando las acciones que los crearon o
su dimensión constructiva, las relaciones que mantienen con otras
unidades o su dimensión espacial y su
secuencia temporal o dimensión cronológica. En otras palabras, se deberán
diferenciar los contornos de todas las acciones constructivas homogéneas y las
relaciones de tipo “antes de, después de y contemporáneo a” entre cada acción.
Durante la diferenciación de las unidades estratigráficas, se les otorga un
número, cuya función será la de recuperar la información existente sobre la
unidad estratigráfica a modo de código. (Blanco, 1998).
Imagen 2: Diferenciación de las unidades estratigráficas de la Iglesia
de San Fiz de Solovio. Fuente: Blanco (1998).
4) El siguiente paso es elaborar las
fichas analíticas de cada unidad estratigráfica. Los campos fundamentales que
deben cubrir son: identificación; descripción de la unidad, un campo donde se
recojan las acciones y relaciones entre unidades, así como el diagrama o matrix,
interpretación, y finalmente las referencias a otros instrumentos, nombre del
responsable y fecha de redacción. Los diagramas se construyen primero en las
fichas, elemento por elemento, para luego irlos uniendo entre sí para crear los
de zona. De acuerdo a Caballero (1995), el análisis de las relaciones estratigráfico-constructivas
es sin duda la parte más delicada del proceso. “En él se mezclan tres lecturas
distintas: la de la situación espacial de los elementos, que lleva emparejada
la de la acción constructiva que los creó y que concluye con una secuencia
temporal de coetaneidad o de antero-posterioridad.” (Caballero, 1995).
5) Seguidamente se procederá con los
procesos de síntesis y datación. A través de los cuales se recuperará la unidad
del edificio para comprenderlo en su totalidad constructiva. Esto se denomina
entonces un proceso interpretativo. Lo primero que debemos hacer es reducir las
relaciones redundantes entre unidades, ya que en el diagrama sólo se deben
representar las relaciones directas, tanto horizontal como verticalmente. Luego
se llevarían a cabo los procesos de periodización: deducimos los períodos
históricos a través de la cronología
relativa obtenida por la situación en los diagramas de los elementos, ayudados
además de los indicadores cronológicos. Finalmente se realizarán las
correlaciones de elementos, que consiste en agrupar los elementos en unidades
cada vez más complejas, hasta llegar de nuevo a
la unidad mayor: el edificio. (Blanco, 1998).
6) El análisis histórico será el
último paso. Es en esta parte donde se debe interpretar los datos históricos
obtenidos, casi siempre apoyados en otras disciplinas, como las posibles
teorías arquitectónicas que nos ayuden a ubicar la construcción en los
diferentes periodos histórico-artísticos por los que ha transcurrido el
monumento. (Blanco, 1998).
Como se ha
mencionado anteriormente, la arqueología de la arquitectura además de su
finalidad histórica, es un medio para construir o reconstruir la vida entera del monumento en estudio, y con este, su entorno completo en la más compleja perspectiva. “Como parte de la cultura material inmueble que es,
resulta evidente que debe interrelacionarse no sólo con las teorías
arquitectónicas, sino también con las formas de paisaje, del espacio y de la
sociedad donde se inserta el monumento (…), como un medio de reconstruir la
«memoria social».” (Serrano, 2012). En ese sentido es importante destacar que el
estudio del patrimonio edificado, basado en las metodologías estratigráficas
(“elemento por elemento” o “periodo por periodo”), permite a los arquitectos entender y considerar el edificio como una
unidad viva y en constante evolución y de esa manera, evaluar y considerar la
importancia que cada periodo ha tenido en el resultado del inmueble actual y en sus principales actores. En esto radica la importancia del estudio arqueológico del edificio, en entender que la clave para proyectar en el presente, viene ligado del pasado a través del conocimiento histórico.
Fuentes:
1. ALMAGRO, Antonio (2004) “Levantamiento Arquitectónico”.
Universidad de Granada España.
2. BLANCO, Rebeca (1998) "Las construcciones históricas desde una perspectiva arqueológica: Lectura de paramentos".
3. CABALLERO, Zoreda (1995).
“Método para el análisis estratigráfico de construcciones históricas o “lectura
de paramentos”. Centro de Estudios Históricos – CSIC – Madrid.
4. HARRIS, E. C (1992). “Principios de estratigrafía
arqueológica”. Barcelona. p. 51-64.
5. MANONNI, Tiziano (1990) “Archeologia dell’architettura”.
Notiziario di Archeologia Medievale. SA. pp. 28-29.
6. QUIRÓS, Juan (2002). “Arqueología de la Arquitectura en
España”. Universidad del País Vasco. Euskal Herriko Unibersitatea.
7. SERRANO, Rosa (2012). “Arqueología de la arquitectura,
nacimiento y desarrollo en España”. Arqueoweb. Revista sobre Arqueología en
internet, 14. p. 144. Universidad Autónoma de Madrid.